Es común en la globalizada democracia capitalista que haya movilizaciones por reivindicaciones sectoriales. Así los chalecos amarillos en Francia, contra el aumento de combustibles y peajes. Las movilizaciones en Hong Kong, por mayor autonomía ciudadana. Y podemos seguir por todo el globo terráqueo, incluso en nuestra América latina, con Chile por reformas económicas, en Uruguay por ley de jubilaciones, en Brasil en contra de las políticas sanitarias, etc.
Pero las movilizaciones convocadas con el claro objetivo de desestabilizar a un gobierno son golpistas. Con consignas que van desde oponerse a la vacunación. Negar la existencia del Covid-19. Plantear que Argentina está en un proceso comunista (como si en esa instancia no hubieran sido arriados por las brigadas rojas). Apelando a llamados contra la reforma del sistema judicial, sin siquiera ser aún tratada en el Congreso, argumentando como el inimputable actor-político Luis Brandoni, diciendo que se opone a la reforma y que no opina sobre ella porque no es abogado. No faltando los defensores de la ingesta de dióxido de cloro, para que los libre de todo mal, como aconseja una seudoperiodista televisiva. Además de movilizados reclamando el sostenimiento del patriarcado.
El mismo PRO se halla dividido en torno a estas concentraciones en medio de una pandemia, con el riesgo de contagio subsecuente. La virulencia oral de la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, y algunos otros que como declarantes orates repiten cualquier cosa, al igual que algunos periodistas macristas de medios nacionales, son el caldo de cultivo para incentivar lo peor de sectores de clase media (eufemismo por pequeña burguesía) y clase media alta. Mucha gente de estos sectores también ha sufrido las políticas recesivas e inflacionarias del macrismo, pero como en la lógica nazi contra los judíos en Alemania, la prédica de la derecha crea un enemigo, el peronismo, como ejemplo de choriplanero, vago y delincuente.
EL EJEMPLO DE BOLIVIA
En los últimos años el Departamento de Estado yanqui, con operadores en cada embajada latinoamericana, ha estado activo en la desestabilización y caída de gobiernos de sesgo popular. Con Fernando Lugo en Paraguay comenzó el operativo. La destitución de Vilma Rousset en Brasil y el encarcelamiento de Lula. La compra de voluntad de Lenin Moreno en Ecuador y su traición a Rafael Correa, persiguiéndolo con armados judiciales. El golpe en Bolivia a Evo Morales, que comenzó con movilizaciones virulentas de la derecha, similares a las que aquí suceden.
En la embajada yanqui en Argentina, el cerebro armador se llama Cris Andino, quien fue recibido el año pasado por una treintena de jóvenes sub 40 argentinos, algunos de ellos actuales funcionarios y legisladores oficialistas.
Es importante ver que la derecha, orientada y dirigida por el departamento de Estado yanqui, ha usado una panoplia de métodos para ir cambiando el color político de lo que consideran su patio trasero, es decir Latinoamérica. En Argentina y Uruguay lo han logrado con elecciones, manejando la concentración de medios nacionales, pivoteando sobre errores de gobiernos progresistas pero sin el sustento ideológico para ver venir el golpe. Los yanquis se cuidan de tratar de pasar inadvertidos, manejándose entre bambalinas, sino ya hubieran lanzado su terrorífico poder militar sobre Venezuela, pero así se expondrían públicamente.
UNIDAD DEL CAMPO POPULAR
En esta situación de pandemia, con el Covid-19 como protagonista principal de nuestras vidas, se hace difícil articular movilizaciones masivas como respuestas válidas frente a estos trasnochados aprestos golpistas. Pero el sostener la unidad popular, sobre todo en el Frente de Todos es imprescindible. Es muy fácil confundir y dividir aún desde las redes, o usando viejos sótanos corruptos de instituciones como la policía bonaerense, tirándoles por ejemplo un desaparecido (muy probable muerto) a Axel Kicillof y Sergio Berni, arrancando ataques al ministro de Seguridad bonaerense sin pruebas para ello y haciendo el caldo gordo a la derecha, que ahora sí reclama por derechos humanos, cuando se silenció antes y hasta negó los 30.000 desaparecidos. El tiro a Berni es un tiro por elevación a Kicillof. No hay que apresurar juicios de valor y ver cómo se desarrollan los acontecimientos, sin dejar de reclamar justicia por Facundo.
Que un par de policías de CABA hayan saludado haciendo la venia a Patricia Bullrich, en la concentración del 17 de agosto, es un funesto indicio, no olvidar que el brazo armado inicial del golpe en Bolivia fue la policía.
Se vio mucho odio, hasta irracional, y mucho vehículo de alta gama.
El apoyo al gobierno nacional y provincial es necesario, aunque eso no signifique callar reclamos válidos, pero hacerlos en el terreno que corresponda, institucionalmente. No tirar leña al fuego, el enemigo utiliza todo lo que tiene a mano y más aún nuestras propias contradicciones, que obviamente las tenemos, en un frente de 17 partidos y organizaciones sociales nacionales debe haber distintas miradas sobre distintos aspectos de la realidad, pero debe primar el trabajar por sostener la unidad, hasta que duela.