«La Hora Política» del último Noroeste del Conurbano impreso – Escribe Pedro Birro
Una de las definiciones de alienación es “Pérdida de la personalidad o de la identidad de una persona o de un colectivo”. Si tomamos el colectivo social y lo referimos a pérdida de la identidad, podemos aplicar el concepto de Antonio Gramsci: «La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad». Es decir que puede modificarla, manipularla y construirla como “relato”, sin apego a la verdad. Verdad que pese a eso siempre está en los hechos y busca la luz, como el humano busca su supervivencia.
En nuestra contemporaneidad como país, los medios de comunicación controlados por quienes gobiernan actualmente el Estado, por medio de la empatía ideológica o por medios económicos (la tan meneada pauta publicitaria), parecen controlar la palabra, por lo cual parecen controlar la realidad.
Pero hay algo superior a todo ese armado mediático, que parece estar en cadena nacional cuando el poder estatal “baja línea” sobre de qué y cómo hay que hablar. Ese algo superior es algo tan sencillo como “la realidad”.
En el capitalismo globalizado sufrimos también una cultura y una estructura informativa globalizada, que nos manipula el intelecto, que nos implanta como chips conceptos erróneos, que nos llevan a aceptar criterios irracionales como válidos. Todo en beneficio de tenernos atontados, sin poder visualizar la realidad los hechos.
LA VERDAD Y EL PODER DE TURNO
Según el filósofo francés, Michel Foucault, “La «verdad» es siempre la «verdad» que legitima al poder de turno”.
La verdad que nos pintan, que nos relatan, desde el presidente y sus máximas espadas políticas hasta los medios guionados, esa “verdad” que busca legitimar el poder de Cambiemos, comienza a chocar con la realidad de la práctica cotidiana del pueblo trabajador.
Si se nos permite bajar al llano filosófico, Lito Nebbia en “Quien quiera oir que oiga”, expresa: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia, quien quiera oir que oiga. Nos queman las palabras, nos silencian, y la voz de la gente se oirá siempre”.
Y esa verdad plebeya, de “los nadies”, es la voz de la gente que se oirá siempre y que está empezando a oírse cada día con más fuerza.
Sería ocioso reproducir aquí las alarmantes cifras de la economía, de la deuda externa, del achique compulsivo e irracional del Estado, por el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional. El pueblo trabajador no necesita del INDEC para saber que la está pasando mal, que no aparece la luz de la esperanza, que no hubo ni habrá un próximo semestre benigno. Que todo tiende a empeorar.
LA REALIDAD SE MODIFICA EN LAS CALLES
A lo largo y ancho de la Patria, se desarrollan luchas por el trabajo, por el pan, por la vida, por la supervivencia del humano. Si el poder de turno, que controla al Estado, no gobierna para el conjunto de la sociedad quiere decir que gobierna solo para un sector, en nuestro caso para un sector de los más ricos.
Así que este gobierno arrincona al grueso de la sociedad, a los que construyen y reparan, fabrican y distribuyen, enseñan, curan, cuidan, hacen diariamente todo lo que “se hace”. De madrugada salen a trabajar o a buscar trabajo. Cuando la realidad (así simple y pura) los arrincona, aquellos a los que Cambiemos deja fuera del camino, que cada vez son más, ganan las calles y se muestran luchando por mil y una reivindicaciones.
“HAY GOLPES EN LA VIDA, TAN FUERTES, YO NO SÉ”
“Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé”, así comienza el poema “Los Heraldos Negros”, del peruano César Vallejo. El golpe en las vidas de una docente y un auxiliar en una escuela de Moreno, provocado por los heraldos negros de la desidia y el ajuste del Estado provincial, logró conmover al conurbano bonaerense y llegó también al resto del país. Grandes movilizaciones pacíficas, dolorosas, poblaron las plazas provinciales.
Ya no importó el relato estatal, la “posverdad” mediática desapareció en esa jornada de la consideración pública, no hubo distracciones, la verdad golpeó a la sociedad. La unidad en la práctica fue un grito silencioso, un estruendo sin sonido, un repudio unánime.
Cuidado con eso, cuidado, que el pueblo trabajador comienza a encontrar masivamente, al margen de consignas políticas, los caminos de la unidad.
Cuando la verdad copa las calles, comienza la cuenta regresiva para los detentadores del poder anti popular. Hacia allí nos encaminamos. No es fácil pero mucho menos imposible.