Si bien la novela de Beatriz Guido “El incendio y las vísperas” se refiere al incendio del Jockey Club, por parte de una movilización peronista, en represalia por la explosión de bombas en la entrada al subte A frente a Plaza de Mayo durante un acto de la CGT (15/04/1953), que provocó siete muertes, me pareció una buena alegoría pensando que ahora a un triunfo electoral de la derecha en octubre sucedería el avance del pueblo trabajador y sus familias sobre un campo minado, con impunes ajustes y quita de derechos; eso podría precipitar un incendio nacional, a modo del que ocurrió en el Jockey Club. En este tiempo de descuento hasta el 22 de octubre, bien podríamos estar transitando las vísperas.
RECUERDOS DEL FUTURO
Recuerdo la elección de 1983, después de la dictadura sangrienta. Al cierre del comicio comenzaron a aparecer los primeros datos, favorables al radicalismo (Raúl Alfonsín); allí escuché al “Colorado” Abelardo Ramos (un trotsquista, que de tanto practicar el “entrismo” en el peronismo terminó mimetizándose con él), declarar por radio que los datos no eran ciertos, que había más peronistas que radicales, más obreros que patrones, más pobres que ricos, así que finalmente Ítalo Argentino Luder se impondría con la fórmula peronista. Pero ganó el radicalismo con Alfonsín por más de 11 puntos. Volcando mayoritariamente el voto femenino a su favor.
Esa fue la primera elección nacional en que comenzó a usarse el marketing y los medios jugaron un papel decisivo. El temor al peronismo en las clases dominantes les hizo operar dentro del propio PJ, para la designación de candidatos a presidente y a gobernador bonaerense. Ítalo Argentino Lúder, un candidato desangelado, con cero carisma; y Herminio Iglesias, ex intendente de Avellaneda de recordada buena gestión, pero inerte y sin recursos frente al ataque concentrado de los medios; fue ridiculizado en TV y radios (muy escuchadas en la época) y anatemizado por su origen gremial, de la Unión Obrera Metalúrgica.
Alfonsín aparecía como un llamador a la paz social, puso el foco de ataque en los sindicatos mayoritariamente peronistas, recitó el preámbulo de la Constitución y se erigió casi en un pastor de la buena nueva democrática: “Con la democracia, se come, se educa y se cura” afirmaba como mantra. El peronismo y otras fuerzas políticas habían puesto presos/as, torturados/as, desaparecidos/as, muertos/as, luchando contra la dictadura. El radicalismo había aportado cientos de funcionarios a nivel nacional, en la Secretaría General de la Presidencia durante el régimen de Videla, al mando del general Villarreal: estuvieron los radicales Raúl Castro Olivera, Victorio Sánchez Junoy, Virgilio Loiácono, José María Lladós, Francisco Mezzadri, Ricardo Yofre, Juan Carlos Paulucci Malvis y el constitucionalista Félix Loñ.
Como se ve los antecedentes no valieron de nada. Se armó la estrategia de derrota del peronismo y se entronizó a Alfonsín. En estos días con la película “1985” se recuerda el juicio a las juntas militares procesistas, por crímenes de lesa humanidad. Claro que fue solo a las juntas, y luego Alfonsín firmó en 1987 la llamada ley de obediencia debida, que exoneró de coronel para abajo a cientos de asesinos. Alfonsín se fue del gobierno seis meses antes de culminar su mandato, con una inflación anual que superaba el 300% y saqueos por parte de multitudes hambreadas.
La Alianza, esa extraña mezcla de radicales conservadores, peronistas progres, gente del Partido Comunista argentino fruto del hormiguero pateado que fue el PC al caer el muro de Berlín, como los hermanos Aníbal y Vilma Ibarra, y Martín Sabbatella. También hubo de todo un poco Patricia Bullrich (Ministerio de Trabajo), Hernán Lombardi (Secretaría de Turismo), Darío Lopérfido (Secretaría de Cultura), aunque también revistaron dirigentes de lo que luego fuera el kirchnerismo, como Nilda Garré (viceministra de Interior) o Diana Conti (subsecretaria de Derechos Humanos). Gobierno que terminó a los dos años por un argentinazo que obligó a Fernando de la Rúa a renunciar, dejando tres docenas de muertos en las calles siendo impune de esos crímenes.
“YA SUFRISTE COSAS MEJORES QUE ESTAS”
“Ya sufriste cosas mejores que estas”, canta el Indio Solari en “Un ángel para tu soledad”. Y es verdad. El pasado nos sitúa en calamidades socioeconómicas, en pozos de anomia social, donde el “mejores” juega el papel irónico de pensar que nada puede ser peor, aunque pueda serlo.
El antiperonismo juega hoy un rol genérico, es más bien un ataque concentrado al pueblo trabajador, pero que busca la sumisión de la mano de obra laboral, de los excluidos de ella y de quienes por discapacidades varias o por efectos de la edad están fuera del proceso productivo. Los anuncios abiertamente catastróficos de pérdida de derechos laborales y sociales; de condenar al hambre y la desesperanza a amplias masas carenciadas; de liquidar los bienes estatales; de acabar con la salud y la educación públicas, se hacen sin pudor.
La excusa es el peronismo, expresado por publicistas de la derecha disfrazados de periodistas, en su forma más brutal de gorilismo expreso; otros hablan de kirchnerismo que ya no lo es, porque hoy es cristinismo (que parece pero no es lo mismo), para arroparse como “peronistas NO K”, y terminar abrevando en aguas de la derecha gorila, siempre pero siempre, siempre. Reiteramos, la excusa es el peronismo, pero es en realidad contra lo que expresa el peronismo para el pueblo trabajador, aunque institucionalmente cada vez lo expresa menos, porque ahora “los días más felices siempre fueron peronistas” es una cruel humorada. Pero sigue teniendo una impronta mística, ese antiguo grito de “Viva Perón, carajo”, prohibido en el 55. O como decía John William Cooke “el peronismo como el hecho maldito del país burgués”.
EL FUTURO YA LLEGÓ
El futuro, el escenario tan temido, ya llegó, en las elecciones PASO recientes la derecha y extrema derecha conformada por La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio cosechó en conjunto el 58% de los votos. El peronismo parapetado en Unión por la Patria solo recolectó el 27%.
Hay tres para entrar al balotaje, Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa, en una elección de tercios, con tres puntos de máxima diferencia donde se apretuja el trío.
Superado el balotaje (ponele), ¿cómo haríamos para evitar que la derecha vote unida? Son 31 puntos de diferencia adversa. ¿Habrá alguna forma que los 11 millones que no fueron a votar lo hagan y voten abundantemente por Massa?
Y si no entramos al balotaje, nos enfrentaríamos al “dilema francés”, que enfrentó a Macron (el Macri francés) con Le Pen (la Milei franchuta). Es decir que se terminó votando por la derecha para que no ganara la ultra derecha.
¿Llegado ese caso, tendrá el peronismo la reserva de dirigentes suficientes, para llamar a la abstención, al voto en blanco, a anular el voto, fiscalizando los comicios para evitar que se falsee la verdad? Esto también es democrático, no es ilegal. Sería una forma de reagrupar las fuerzas populares, de lograr que surja un gobierno débil, de mostrar otro camino.
Pero por ahora solo resta militar la boleta de UxP. Sin enjuiciar a los jóvenes, que crecieron durante 10 años de crisis, y solo eso conocen. Sin alterarse con los mayores, consumidores de Gran Hermano y de Tinelli, y de los noticieros del 13 y del 11. Con mucha paciencia y perseverancia.
Esta también será una forma de reconstruir lazos militantes, de medir a la dirigencia nacional que nos llevó a este brete, de ser buscadores de la verdad en los hechos y no compradores de espejitos de colores en discursos engañosos.
“Buena suerte y más que suerte, sin alarma Me voy corriendo a ver qué escribe en mi pared la tribu de mi calle”. (Indio Solari, Vencedores vencidos).