Asado en casaquinta de calle San José, a 200 metros de Gaspar Campos, en Muñiz, el anfitrión convocó con la excusa que vendría Aníbal Fernández. Invitados: los concejales Franco La Porta, Juanjo Castro y Bruno Baschetti; Héctor “Gallego Fernández”, líder de Peronismo Militante; y el inefable Dr. Enrique Tronceda, cercano a Alberto Fernández. Excusa: buscar la unidad local del peronismo. Invitó: Norberto Washington Cruz (ex senador 1993/97), sindicado como buchón del 601 durante la dictadura cívico-militar.
Un oportuno embotellamiento en la Av. Gaona le dio la excusa a Aníbal Fernández para pegar el faltazo.
Cruz y Aníbal Fernández compartieron por un tiempo bancas en el senado bonaerense, en tiempos de Eduardo Duhalde gobernador; andando el tiempo y ya con Néstor Kirchner en la presidencia Fernández en su cargo de ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos vio sumarse a su entorno a Cruz, a quien su cercanía con Aldo Rico le cerraba puertas en el peronismo K.
Pero la publicación de la revista «23», con un dossier de toda la plantilla del 601 en tiempos dictatoriales, expuso a Cruz como miembro activo del trabajo de campo, es decir “buchón”. Motivo por el cual fue eyectado del entorno del ministro Fernández, desapareciendo de la escena política, a la que intentaba reingresar, con algunos intentos fallidos de reinsertarse políticamente, se resignó a seguir en la tropa de Rico.
Ahora reapareció en la comitiva de Santiago Cúneo en el reciente acto en el Partido Justicialista local, donde también estuvo Guillermo Moreno.
A sus 68 años, en vez de seguir disfrutando de la fortuna cosechada en cuatro años de senaduría, como presidente de la comisión de Obras, intenta mostrarse como componedor de la interna opositora de San Miguel. Exponiendo públicamente a los (suponemos) incautos comensales, que esperaron en vano a Aníbal Fernández.
Seguramente Joaquín de la Torre, firmante a sus 25 años y ya recibido de abogado, de una solicitada de apoyo al dictador genocida Jorge Rafael Videla, debe festejar este paso en falso de la oposición. Bastante se lo castiga (y con razón) con ese antecedente nefasto, pero ahora ya tiene con qué responder.
La política de derechos humanos es una política de Estado, llegó para quedarse, aún y pese al frente conservador Cambiemos y a la desmemoria de algunos.